El arte a media luz

Un cuento clásico recogido por Plinio el viejo al principio de nuestra era nos cuenta que el arte de la pintura nació de la mano de la hija de Butades de Sicyon, quien dibujó en un muro el perfil de su sombra a la luz de una vela. Sea verdad o mentira, de nuevo tenemos que reconocer la importancia de las velas en la generación de la cultura que nos alimenta. En el origen del conocimiento que generamos actualmente está el obtenido a lo largo siglos y siglos a media luz.
Además de por su utilidad, la luz de las velas destaca por su belleza; por eso ha sido motivo de reproducción muy habitual en la pintura sobre todo de los artistas del siglo XVII. Antes que ellos y dentro de las reproducciones más habituales se encuentra una ilustración del siglo XIV que reproduce a una dama y un caballero en un primer plano y, tras el mostrador, a un vendedor de velas tipo bujía, que regenta lo que sería una tienda de la época. Un maestro del Barroco francés, G. La Tour, nos brinda las inquietantes obras en las que sendas chicas apoyan una de sus manos en una calavera y en la otra reposan la barbilla y parecen ensoñadas a la luz de las velas. La escuela flamenca de pintura nos dota de ejemplos espectaculares entre los que destacaría la “Pareja que canta” realizada por el famoso pintor Vermeer, autor entre otros de “La Chica de la perla”. Van Eyck en su obra maestra llamada “El matrimonio Arnolfini” de 1434 presenta sobre la pareja un enorme candelabro con ocho brazos y tan sólo dos velas. Rembrandt gustaba de reproducir la cálida luz de las velas y también de los farolillos, como se demuestra en la “Adoración”, en “El filósofo”, en el enigmático “Festín de Baltasar” y en “Un hombre contando dinero”. Aunque menos conocida, es brillante la obra de Van Honthorst, un retratista del XVII enclavado entre los admiradores de Caravaggio, también llamados caravaggistas. Y es que tal vez es el pintor italiano Caravaggio (1573-1610)  el que más nos impresiona con su virtuosa representación de la luz. Consiguió fascinar a los coetáneos y sigue haciéndolo hoy en día con su dominio de la luz y de las sombras, el contraste llamado tenebrismo. Más exacto sería decir, en palabras de Lambert, que “Caravaggio colocó la oscuridad (sombras) en el claroscuro”.
Como ilustración del uso de la velas en la antigüedad, hay que destacar la pintura del Greco que se titula “El Soplón”, fechada entre 1570 y 1572. Refleja la imagen de un niño tomando lumbre o dándosela a una vela. Entre los españoles destaca el óleo de Antonio Pereda de 1640 “El Sueño del caballero”, obra en la que según los entendidos la vela central medio consumida señala la brevedad de la vida. Como ya hemos contado, sabemos que Goya aprovechaba también la noche para pintar auxiliado por las velas fijadas a la cinta de su sombrero; así se retrató a sí mismo en el taller entre 1790 y 1795.
Pablo Picasso recreó velas en las distintas etapas de su pintura, como muestra el bodegón “Jarra, vela y cacerola esmaltada”.

Resulta inquietante el dibujo a color del surrealista Dalí que representa una vela en la que en el pábilo se insinúa una silueta femenina extendida.
Son innumerables las obras en las que aparece tan cotidiano elemento y no sólo en la vieja Europa si no también más allá. Destacaríamos el óleo de Osman Hamdy Bey que en 1878 pintó bajo el título “El escolar” una recreación del tiempo de estudio dedicado por un joven en un entorno marcadamente árabe, posiblemente Irán. A la izquierda de la pintura un enorme velón blanco con la base coloreada espera que se cierna la noche. Dentro de los impresionistas más conocidos no podemos olvidar la obra de Van Gogh, que realizó un óleo colorista titulado “La silla de Gaugin con libros y una vela”.
Más recientemente, el artista norteamericano -Philip Evergood's-  recreó varias velas en el fondo de su obra “Esquina callejera” de 1936, lo que nos hace sospechar que no eran infrecuentes los apagones en aquel lugar y aquella época. A finales del siglo pasado un artista llamado Gerhard Richter pasó dos años realizando una serie llamada “Velas” que reproduce con una exquisitez absoluta la serena sutilidad de su luz. Su maestría técnica y las sensaciones que evoca han hecho que tales obras, con la única imagen de una vela blanca, alcancen hasta los 14.000.000 de dólares en la famosa casa de Subasta Christie´s.