Las velas como “mancia”

Las llamas recrean el latir de la existencia, son el reflejo evidente de la energía que se consume y, dado que las circunstancias personales reflejan alegría o tristeza, fluidez o dificultad, existe el arte de la adivinación por las velas, a saber: la lictomancia y la ceromancia. En la primera modalidad se interpreta el comportamiento de la vela en sí, en concreto de su llama, y en la segunda se recurre a la interpretación de los restos de la cera fundida dispuestos en un recipiente con agua. En ese momento las velas se convierten en mensajeras de deseo y son oráculos que reflejan verdades, para algunos ocultas en la oscuridad. Los pocos expertos en descifrar los mensajes de las velas -o lictomantes- valoran el aspecto de la llama, su ritmo y su constancia, la regularidad de su forma, las variaciones en la mecha, el discurrir de la cera fundida, el tiempo que tarda en arder y la presencia o no de chispas. Llaman lágrimas a las gotas que caen hacia la base desatando los augurios, según si éstas discurren a la derecha o la izquierda del consultante. Que una vela “llore mucho”  invita al pesimismo. Resulta fascinante consultar un diccionario que traduzca el lenguaje de las velas.
Desde Karma podemos afirmar que aunque abundan los libros que relacionan las velas con la magia, son menos los que profundizan sobre el poder predictivo de las velas. No son pocas las personas interesadas en descubrir los mensajes que ellas  nos desvelan.