Las velas: precursoras de la Ley de la atracción

Las velas son importantes por muchos motivos: generan luz de manera simple, económica y segura, y sostienen una gran carga simbólica y ceremonial. Según los expertos, la recreación de los cuatro elementos primigenios es fundamental para conseguir los propósitos en los rituales mágicos. Sobre una superficie preparada a tal efecto se disponen junto a la vela, que representa el fuego, una varilla de incienso, que alude al aire, un vaso de agua y finalmente una piedra o mineral, que recrea el elemento tierra.
Determinantes en toda ceremonia mágica, las velas, según sus ingredientes, color, forma, elaboración, uso, usuario e intención, son, y serán siempre, protagonistas. Están presentes en todo ritual que se precie, que se realice como herramienta de poder y evocación de la energía universal. Consiguen llenar los espacios porque su luz se filtra por todos los rincones, consiguen determinar el tiempo, nos recuerdan que hay un fin y también un principio. Nos hacen pensar en la transmutación porque primero fueron sólidas, luego líquidas, para adoptar de nuevo una forma sólida y, finalmente, parecen evaporarse en el aire recordándonos la transitoriedad de todo lo físico. Los grandes mandatarios acuden con respeto a ofrecer coronas de flores a los monumentos donde brilla la llama que simboliza a los muertos en las guerras. Desde Olimpo la llama recorre el planeta donde se encuentran los mejores en las más importantes disciplinas deportivas.
Las teorías más punteras en la literatura llamada de “autoayuda” o “crecimiento personal” hablan sin cesar de la fuerza de la atracción. Las investigaciones que divulgan los entresijos de la física cuántica rompen con la visión tradicional de la realidad y nos señalan las múltiples realidades en las que nosotros podemos ser artífices mediante nuestros pensamientos. Libros como “Pide y se te dará” o “El secreto”, o películas como “¿Y tú qué sabes?” nos descubren cosas que pertenecen a la sabiduría atávica, al legado hermético.
Los Autores catalanes Rovira y Miralles en su libro “ El mapa del tesoro” nos resumen de manera brillante la esencia del libro de Byrne cuando dicen “Que todo lo que nos llega lo atraemos a través de lo que tenemos en nuestra mente, de lo que pensamos, ya que somos grandes imanes”. Las velas nos ayudan a concretar el deseo, a comprender que debemos elevar nuestras vibraciones con la confianza de que el Universo está aquí para recibir nuestras peticiones y para progresar hacia una actitud proactiva hacia lo que uno merece.
Mediante la remodelación de nuestras ideas y la conciencia de nuestro poder, todos podemos generar un futuro colmado de aquello que creemos que es bueno para nosotros. Podemos abandonar la actitud pasiva a la que nos reducen los poderosos y abrir en nuestro interior un espacio no sólo para el deseo, si no para el deseo cumplido. Eso es precisamente lo que han sido siempre simbólicamente las velas, la expresión de un deseo que se materializa gracias al poder del universo. Son una prueba incuestionable de esa íntima certeza de poder, aunque hasta ahora tenían una dimensión puramente instintiva. No se conocía el argumento especulativo fundamental que explica que millones de personas enciendan el fuego que da vida a la vela y da alas a sus deseos. Dicho de otro modo: ¿No son los rituales con velas la forma más ancestral, sencilla e imborrable de esa teoría que sostiene que conseguimos lo que deseamos gracias al impulso de la mente?
Si seguimos las instrucciones de los rituales con velas, descubrimos que se dan los pasos necesarios para invocar esas circunstancias que nos hacen poderosos. Y más allá de las reacciones químicas necesarias que justifican el proceso, las velas son mágicas porque nos hacen pensar y nos hacen sentir. Poner una vela significa sentir el deseo de algo bueno. Por medio de las velas pedimos al Universo lo que deseamos, pero antes hemos tenido que individualizarlo. Podemos desear muchas cosas, pero sólo las más importantes merecen que inauguremos el ritual de la vela. La exclusividad e importancia de las velas nos obligan a priorizarlo. Mientras la llama desciende consumiendo la cera y acercándonos a nuestros sueños, la vela exige la recreación mental de los hechos que queremos conseguir. En eso consiste la tarea de visualización. Ésta es para muchos una de las herramientas fundamentales del éxito futuro. La literatura de crecimiento personal así lo afirma sin ambages. Y el paso posterior al disfrute de la gracia interpelada por el ritual es el imprescindible agradecimiento. La gratitud es también una fructífera actitud que siembra el camino de la felicidad y la evolución personales.

Los débiles esperan sus oportunidades, los fuertes las crean. ORISON S. MARDEN


Los expertos recomiendan que antes de encender una vela nos procuremos un lugar tranquilo y silencioso, y que busquemos a la vez una actitud interior: debemos relajarnos, concentrarnos y meditar sobre la oportunidad de nuestra solicitud. Mientras se consume la vela, la visualización y recreación de aquello que pedimos es fundamental; la intensidad y minuciosidad con que lo hagamos contribuirán a la creación de esa realidad. ¿No son las velas pues una forma de intensificación de la creación de realidad mediante el pensamiento?

 

“La ciencia no es para el borrego, ni las velas para el ciego”